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Demasiado inteligente para ser feliz

  • Celia Megías
  • 14 nov 2015
  • 1 Min. de lectura

Este libro explora un fenómeno que permanece oculto, el sufrimiento real y vívido que puede causar un exceso de inteligencia, los problemas de acoplamiento e identidad de esos raros seres anclados permanentemente fuera de lugar.


Casi nada en la vida se da en estado puro, y esta forma de ser, tampoco. Se puede tener muchas de sus características sin estar precisamente ubicado en los parámetros que han ido creándose para distinguirlos. Se trataría de una aptitud innata para la actividad intelectual que no puede ser adquirida por el esfuerzo personal. Hay personas con uno o más talentos (es decir, que sobresalen en uno o más de los posibles tipos de inteligencia), y personas con altas capacidades, que sobresalen en general en todos los tipos de inteligencia y presentan además una alta creatividad y varios rasgos de personalidad característicos. Aunque existe un cierto debate al respecto, la opinión comúnmente aceptada es que la superdotación es hereditaria.


Las personas con altas capacidades están más sujetas que la media a episodios depresivos, cóleras, contrariedades y sufrimientos varios porque se sienten una y otra vez, ¡sistemáticamente!, incomprendidos. No todos los superdotados son políglotas, campeones de ajedrez, investigadores de la NASA o virtuosos del piano. La mayor parte están colocados en posiciones aparentemente corrientes porque no han querido ni podido hacer uso de sus atributos excepcionales. Atributos que la sociedad desperdicia sino desprecia, cualidades que despiertan la envidia y la hostilidad de la mayoría.


(Fuente. "Demasiado inteligente para ser feliz". Jean Siaud-Facchin)


 
 
 

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